domingo, 25 de enero de 2009

5to D

Luego de un viernes de recitales clandestinos, de un sábado de pueblo con amigos, llegan esas horas de domingo en las que duele respirar, un impulso me advierte, es hora de escribir…

En este punto de la ciudad donde las calles se cruzan a su antojo y los árboles cubren las veredas, amanece con tus ojos, de repente me distrae la mueca que solía dibujarse en tus labios y en mis oídos se mecen aquellas palabras que en tu boca se volvían precisas, entonces el sabor rancio del calor entre las sabanas anuncia el día.

Las ventanas abiertas, la lámpara prendida, mis ojos miran la hoja mientras mi cuerpo vacío persigue por el cuarto el rastro de tus manos, y yo, sin cuerpo, estoy lejos.

Cambiando la fecha a preguntas vencidas que no he podido contestar, me atrevo a confesar que he decidido tirar por el balcón sueños rotos imposibles de reciclar.

Impaciente, mirando caer las primeras gotas de lluvia, me pregunto si las luces insatisfechas por lo que ven dejaran de alumbrar, si las calles cansadas de tanto andar emprendieran un largo exilio, si los números aburridos del tiempo quisieran dejar de contar, si la ciudad triste de tanto gris decidiera escapar, si las letras moribundas por no tener un final feliz borraran todo el cuento, podría en este instante sentir mas soledad?

sábado, 10 de enero de 2009

Hoy te espero...

Evidentemente he descuidado el blog y no me gusta, pero no logre evitarlo. Demasiados fueron los días que ni siquiera me pregunte si existían en mi las ganas de pasar, las ganas de escribir, las ganas de saber que fue de el. Sin embargo, una vez mas, estoy aquí, intentando permanecer, tratando de revivir, buscando aquel motivo que alguna vez me condujo hasta aquí, sin lugar a dudas intentare emprender el camino de regreso…

Hoy mis neuronas abrumadas han decidido que la soledad ha sido una mala consejera, me aseguraron que debería hacer caso de sus recomendaciones pasadas, las cuales sugerían la posibilidad de no juntarme con ella, alejarme por un rato o quizá planear un paseo, tal vez caminar hasta el río, me han dicho que su murmullo es un buen compañero y que sus olas, empapadas de dulzura, traen escondidas caricias perfectas. Al parecen han confesado que, si la suerte me acompaña, tal vez llegue hasta la otra orilla, donde castillos de arena reciben ecos, absorben penas, prometen alegría. Cuando quieras podes pasar a visitarme, unirte a mi o invitarme a seguir tu recorrido y si no inventarnos otros destinos, total puedo amontonar en el bolso marrón algunos refugios, unos cuantos caramelos, tres o cuatro canciones mas un cuento de Julio y un dos por uno en deseo, qué mas nos puede hacer falta si llegamos al paraíso.
Si hoy venís a la hora convenida te abro la puerta y te doy un beso antes de que me cuentes los planes, antes de que me confieses tus sueños.

Aunque mi soledad suele oponer resistencia, hoy te espero...